El sentido de la vida

El sentido de la vida

La búsqueda del sentido de la existencia humana es un tema central en las obras de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, y Viktor Frankl, psiquiatra austríaco y sobreviviente del Holocausto, creador de la Logoterapia. Aunque sus contextos —la ideología política en la España de los años 30 y la psicología existencial en la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial— son muy distintos, ambos pensadores convergen en la idea de que la vida cobra sentido a través de la trascendencia, ya sea mediante ideales colectivos o un propósito individual. Este artículo explora las similitudes y diferencias en sus concepciones de la trascendencia y el sentido de la vida, destacando como ambos autores plantean la necesidad humana de vivir por algo más grande que uno mismo, mientras rechazan el vacío del capitalismo y abogan por formas de justicia social.

José Antonio Primo de Rivera: Trascendencia a través del destino colectivo

José Antonio Primo de Rivera, en su discurso fundacional en el Teatro de la Comedia de Madrid el 29 de octubre de 1933, articuló una visión de la vida que va más allá de la mera existencia. Para José Antonio, el propósito del individuo está ligado a un «destino en lo universal», una expresión que usó para describir la misión histórica de España. Argumentó que la vida no se trata solo de sobrevivir o buscar comodidad personal, sino de contribuir a un ideal superior, como la unidad nacional y la renovación espiritual. En sus palabras: “No queremos una vida que sea solo vivir, sino cumplir un destino, una misión”. Esto refleja su creencia de que la verdadera plenitud se alcanza al subordinar los deseos personales a una causa noble y colectiva.

Para José Antonio, la trascendencia está intrínsecamente ligada a la acción y el sacrificio. Su retórica, impregnada del romanticismo del siglo XX, glorifica la lucha y el heroísmo, presentándolos como caminos hacia un estado superior del ser. En su discurso de Valladolid del 4 de marzo de 1934, habló de la vida como una “poesía de la acción”, donde los individuos encuentran sentido al participar en un proyecto histórico compartido. Esta trascendencia colectiva se alinea con la ideología falangista, que buscaba unificar a España bajo una visión de grandeza cultural y espiritual, rechazando el individualismo liberal y los valores materialistas del capitalismo. José Antonio veía el capitalismo como una fuerza deshumanizante que fomentaba la desigualdad y el egoísmo, proponiendo en su lugar una economía nacional-sindicalista que priorizara la justicia social, la dignidad del trabajo y la distribución equitativa de la riqueza. Para él, el sentido de la vida no podía encontrarse en la acumulación de bienes materiales, sino en la lucha por una sociedad más justa donde todos contribuyeran al bien común.

Viktor Frankl: Sentido a través de la responsabilidad individual

Viktor Frankl, en su obra seminal El hombre en busca de sentido (1946), desarrolla una concepción de trascendencia profundamente personal pero universalmente aplicable. Basándose en sus experiencias en los campos de concentración nazis, Frankl sostiene que el sentido de la vida no se encuentra en las condiciones externas, sino en la capacidad del individuo para hallar un propósito incluso en el sufrimiento. Su logoterapia postula que el principal impulso humano no es el placer ni el poder, sino la voluntad de sentido. Frankl escribe: “La principal preocupación del hombre no es obtener placer o evitar el dolor, sino encontrar un sentido en su vida”. Este sentido es único para cada persona y puede descubrirse a través de actos creativos, experiencias o la actitud que se adopta ante el sufrimiento inevitable.

La trascendencia de Frankl es introspectiva y existencial, enfatizando la responsabilidad personal de encontrar un propósito. A diferencia de la visión colectiva de José Antonio, el enfoque de Frankl es individualista, aunque no en un sentido egoísta. Sugiere que el sentido a menudo surge al conectarse con algo más grande, ya sea el amor, el servicio a los demás o una creencia espiritual. Por ejemplo, Frankl relata cómo su amor por su esposa lo sostuvo en los campos, trascendiendo la privación física al anclarlo a una realidad emocional y espiritual. Aunque Frankl no aborda explícitamente el capitalismo, su crítica al “vacío existencial” en las sociedades modernas apunta a un malestar espiritual causado por el consumismo y la falta de propósito. En este sentido, su logoterapia puede interpretarse como una respuesta implícita a las desigualdades y la alienación del capitalismo, al impulsar  a los individuos para encontrar sentido más allá de los valores materialistas, promoviendo una vida de servicio y conexión humana que fomenta una forma de justicia social a nivel personal.

Temas convergentes: La búsqueda de un propósito mayor y la crítica al capitalismo

José Antonio y Frankl comparten una creencia fundamental: la vida exige un propósito que trascienda al yo. Para José Antonio, este propósito se encuentra en el destino colectivo de una nación, donde los individuos sacrifican su bienestar personal por un ideal compartido que busca la justicia social. Su visión es inherentemente política, arraigada en el contexto sociohistórico de una España fracturada por conflictos de clase y divisiones regionales. Él veía el capitalismo como un sistema que exacerbaba estas fracturas, enriqueciendo a unos pocos mientras marginaba a las masas trabajadoras. En respuesta, propuso un modelo de justicia social basado en el sindicalismo, donde los trabajadores y empresarios colaborarían para el bien común, eliminando la explotación y promoviendo la dignidad humana. Para José Antonio, la trascendencia no era solo espiritual, sino práctica: una lucha activa contra la desigualdad económica y social.

Frankl, por su parte, propone una trascendencia personal, donde el sentido emerge de la capacidad de cada persona para responder a las circunstancias de la vida con dignidad y propósito. Su perspectiva, moldeada por los horrores del Holocausto, prioriza la supervivencia personal. Aunque no formula una crítica directa al capitalismo, su énfasis en el vacío existencial resuena con las consecuencias de un sistema que prioriza el consumo sobre los valores humanos. Frankl sugiere que el sentido puede encontrarse en actos de solidaridad y amor, como ayudar a otros o contribuir a la comunidad, lo que implica una forma de justicia social a pequeña escala. Por ejemplo, al elegir actitudes de compasión en los campos de concentración, los prisioneros podían restaurar su humanidad y la de los demás, un acto que contrarresta la deshumanización inherente a sistemas opresivos, incluido el capitalismo desenfrenado.

Ambos pensadores rechazan una vida reducida a fines materiales o hedonistas. José Antonio critica explícitamente el capitalismo liberal por su enfoque en la comodidad individual, argumentando que lleva a un vacío espiritual y a la desigualdad social. Propone una revolución espiritual y económica que coloque la justicia social en el centro, asegurando que cada individuo tenga un lugar digno en la sociedad. Frankl, aunque menos político, advierte sobre el “vacío existencial” que surge cuando las personas carecen de propósito, un fenómeno que atribuye a la modernidad materialista. Su solución, centrada en el sentido personal, fomenta conexiones humanas que desafían la alienación del capitalismo, promoviendo una justicia social implícita al valorar la dignidad de cada persona.

Síntesis: La trascendencia como respuesta al sentido y la justicia

José Antonio Primo de Rivera y Viktor Frankl, desde sus respectivos contextos, ofrecen respuestas complementarias a la pregunta por el sentido de la vida y la lucha contra las injusticias del capitalismo. José Antonio propone una trascendencia colectiva, donde el individuo encuentra propósito al integrarse en un proyecto histórico mayor, sacrificando su ego por el bien de una sociedad más justa. Su visión falangista busca una revolución que elimine la explotación capitalista y fomente la igualdad. Frankl, en cambio, defiende una trascendencia personal, donde el sentido emerge de la capacidad de cada persona para responder a las circunstancias con dignidad y propósito, contrarrestando el vacío del consumismo mediante actos de amor y servicio. Juntos, sus enfoques sugieren que el sentido de la vida no es un destino fijo, sino un acto continuo de compromiso, ya sea con una causa colectiva que promueva la justicia social o con la propia humanidad en un mundo alienado por el capitalismo.

Cristina Pérez González

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