

Me aterra soterrar el tiempo en hábitos. Cotidiano rima con liviano pero es mentira, la costumbre es ciega y nos ciega en el presente, hasta hundirnos en el ahora, que es todo menos actual. Habituar es renunciar a otros gestos sin medida, el adiós a un amor auténtico o la perpetuidad de una mirada que acaricia. Y no entiendo que ochenta y siete años después, nuestra emoción no encuentre desahogo.
Sé que las emociones conjugadas en pretérito no tienen futuro, pero la ilusión puede derramarse hasta dar forma a la esperanza y ésta a la verdad. Tanto tiempo debería haber bastado para decolorar tu pensamiento de tonos ajenos y postreros, de cribar tu palabra de sermones anacrónicos. Pero no, todavía no. No toca revisar la memoria desde la verdad. La historia la escriben los de siempre. Y la ignorancia la siembran los mismos. La mesura, el esfuerzo para superar la mediocridad, el privilegio de lo sentido, el calor de lo compartido, todo eso tan tuyo, JEFE, no está hoy a nuestro alcance.
Simplemente no existe. No es el hombre, es la persona. No es el interés propio, es el común. Con ganas de cambiar las cosas para hacer de la vida un recorrido desde el otro hacia sí mismo. En cualquier caso, gracias, hoy y siempre. Nuestro corazón está blindado de amor y esperanza.
César Cid