Honor es decir no y marcharse

Honor es decir no y marcharse

La vida pública española está preñada de un cinismo resignado que ofende al honor. Nos hemos acostumbrado a una clase dirigente —política, técnica, militar— que acepta todo, que asiente a todo, que calla ante todo. Y el silencio, cuando viene de quienes tienen responsabilidad y mando, no es neutral: es complicidad. Desde los tiempos de José Antonio, nuestra visión del honor ha sido clara: el honor no se negocia, se defiende. Y cuando las circunstancias nos impiden seguir combatiendo en una trinchera degradada o humillada, lo que queda es dimitir. Porque dimitir no es un acto de debilidad, sino una afirmación de principios.

¿De qué sirve la obediencia técnica si esconde una claudicación moral?

Hoy, nuestras Fuerzas Armadas, especialmente sus cúpulas, callan ante la evidencia del deterioro de nuestra capacidad de defensa. Callan ante la subordinación política sin criterio. Callan mientras el presidente del Gobierno se presenta en cumbres de la OTAN a firmar compromisos estratégicos sin tener siquiera el respaldo presupuestario interno, ni un rumbo militar definido, ni una voz autorizada que represente lo que verdaderamente necesita España.


Y los militares callan. Ese silencio técnico es, en realidad, un consentimiento moral

Cuando los almirantes estadounidenses, en 1949, discreparon frontalmente del rumbo que tomaba su país, lo hicieron con la dignidad que da el honor. Se enfrentaron al poder civil porque sabían que el silencio, en su caso, sería cobardía. Algunos perdieron su carrera, pero ganaron la historia. Hoy, los nuestros optan por sobrevivir en el cargo. Y al hacerlo, nos enseñan a todos una lección amarga: que el uniforme no hace al hombre honorable. No se trata de pedir pronunciamientos, ni mucho menos sediciones. Se trata de recordar que quien permanece en el cargo sin alzar la voz ni renunciar a su puesto, está de acuerdo con lo que sucede. No hay neutralidad en la obediencia sin convicción.


España no necesita más técnicos grises; necesita hombres con honor. Necesita jefes que sepan decir “no”, y dar un paso al lado. Porque en el gesto silencioso de la dimisión hay más fuerza moral que en cien discursos institucionales. Porque quien no puede cambiar el rumbo, pero tampoco quiere ser parte del naufragio, debe abandonar el puente. Esto lo entendía José Antonio cuando hablaba de la misión del Estado y del alma de la Nación. Esto lo entendemos nosotros, que seguimos creyendo que la dignidad personal es la base de toda regeneración política.


Hoy más que nunca, en esta España desmoralizada y sin norte, es urgente devolver al honor su sentido de límite. El que calla, otorga. El que no dimite, consiente. Y el que consiente, traiciona.

Alfonso Bernard

Imagen: Cúpula militar española en un acto oficial con la ministra de Defensa. Junio de 2025. Fuente, Ministerio de Defensa.

2 comentarios en «Honor es decir no y marcharse»

  1. El Honor se convierte en un lastre, cuando la sociedad adora a un dios que se llama poder y dinero. Llevamos muchos años poniendo como ejemplos para la infancia y la juventud a los «triunfadores», gentes que sin especiales merecimiento se convierten en personas influyentes, individuos que por una habilidad, sin ningún tipo de compromiso social, amasan fortunas y son ensalzadas como paradigmas de la sociedad de progreso. Y todo ello ha trastocado los valores que antaño tuvo la sociedad española y la va volcando hacia un futuro de una sociedad fallida, donde la cultura, el esfuerzo, el trabajo y la responsabilidad, han sido desterradas.
    Y, claro, eso llega a todos los niveles y cúpulas como las del ejército y las de la iglesia, están dando una pésima imagen y un ejemplo nefasto.

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