Discurso homenaje a Pedro Conde

Discurso homenaje a Pedro Conde

Mi primer encuentro con Pedro fue tan singular como él mismo. Ocurrió en el verano de 2021, en un grupo de WhatsApp de los camaradas de la Auténtica, discutiendo —cómo no— sobre fútbol. Escribí un «¡Aúpa Atleti!» a otro compañero, pero Pedro, con su comentario intercalado, pensó que lo estaba desafiando. Aquello, unido a su desconcierto ante una «niñata jovencita» que osaba hablar de la Auténtica entre veteranos, lo puso en mi contra. Su reacción fue un destello de su carácter: directo, desconfiado con los desconocidos, curtido por años de decepciones. Gracias a la mediación de José Antonio Gordón, entendió que mi intención no era provocarlo, sino acercarme a los protagonistas de una época que admiro profundamente. Así, apenas salimos del confinamiento, Gordón y yo viajamos a su querido pueblo Castronuño.

Esa mañana nos reunimos en la mesa de la cocina, que se convirtió en nuestro espacio habitual de trabajo (visible en las fotografías). Allí le presenté mis documentos y expuse mi propuesta del libro, así como las razones para escribir sobre Falange Auténtica. Tras la comida nos dijo que él se iba a dormir la siesta que le diésemos un par de horas. Paseamos por el meandro del Duero, ese paisaje que tanto lo define, con el pesimismo de quien teme irse con las manos vacías. Pero al volver, me esperaba con una sorpresa: todas sus carpetas, décadas de documentos, correspondencia personal, su vida en papel. «Te lo llevas todo», dijo, «y cuando termines el libro de Falange, escribes mi biografía». Fue el comienzo de una amistad basada en la confianza mutua. Meses después, me reconoció que mi franqueza, mirándolo a los ojos sin titubear, lo convenció de que trataría su historia con respeto, aunque a él le doliera revolver el pasado.

Pedro Conde es un hombre cuya vida destila esperanza, un soñador convencido de que el mundo puede y debe cambiar. Nacido el 29 de junio de 1940 en Castronuño, al suroeste de Valladolid, creció en un pueblo abrazado por el mayor meandro del Duero, un lugar que él llama «la Gran Florida» y que impregnó su ser con su belleza y su rudeza. Hijo de un secretario municipal, es el sexto de seis hermanos. A los siete años, la muerte de su padre lo dejó sin guía, y su madre, una mujer de temple, asumió la familia. Ese 1946, cuando Franco visitó Castronuño para inaugurar la presa de San José, Pedro, con apenas seis años, quedó fascinado por el desfile de camisas azules, un recuerdo que lo marcó tanto como los juegos rurales —buscar nidos, trepar árboles— o su amor por el fútbol, que lo llevó a jugar en el equipo local. A los 11, su madre lo envió a los jesuitas, soñando con un hijo sacerdote, pero él se rebeló: «Quiero ser falangista», dijo, con una claridad que desarmó a todos. Regresó al pueblo, pero tras un año sabático, retomó sus estudios con los Claretianos en Aranda de Duero, mostrando ya esa mezcla de obstinación y búsqueda que lo define.

A los 16, la muerte de su madre lo dejó huérfano por completo, un golpe que lo obligó a madurar demasiado pronto. Con 17 años, se fue a Eibar, Guipúzcoa, a trabajar como obrero metalúrgico. Allí, entre el ruido de las fábricas, descubrió la lucha obrera, participando en huelgas que encendieron su conciencia social. Dos años después, su espíritu inquieto lo llevó a alistarse voluntario en la Agrupación de Banderas Paracaidistas. En Alcantarilla, Murcia, aprendió a saltar en paracaídas, y en El Aaiún, Sáhara, sirvió hasta licenciarse en 1961. Esas experiencias —el vértigo del salto, la camaradería en el desierto— forjaron su carácter audaz. De vuelta en Castronuño, trabajó en todo lo que pudo: avicultor en una granja, obrero del campo, profesor particular, mientras estudiaba Derecho y Sociología por libre en la UNED, una tenacidad que habla de su hambre de conocimiento y su rechazo a rendirse. Como delegado local de Juventudes, empezó a ver las fisuras del Movimiento, un espejismo que traicionaba la ideología falangista que lo había cautivado desde niño.

En 1966, su vida cambió al aprobar una plaza en Fasa-Renault, en Valladolid. Como auxiliar administrativo en el Servicio de Selección de Personal, encontró estabilidad y una plataforma para ayudar a sus vecinos de Castronuño, incorporándolos a la plantilla con una generosidad que aún recuerdan. Pero su idealismo lo llevó más allá. En los años 70, durante el «otoño caliente» de 1974, se convirtió en una figura clave del sindicalismo. Bajaba de su oficina, con traje y corbata, a las asambleas obreras, un contraste que él notaba pero que no lo frenó. Su liderazgo moral en las huelgas lo llevó a la cárcel: detenido en su casa, acusado de «comunista nato» —una ironía para un falangista—, pasó un mes preso y perdió su empleo. Sin embargo, su espíritu no se quebró. Su paso por la política como Jefe Nacional de FE JONS (Auténtica) entre 1974 y 1979, y sus artículos visionarios, muestran a un hombre que transformó la adversidad en acción.

Como podéis ver la vida de Pedro da para mucho. Quise estructurar el libro en tres pilares básicos que a alguno os sonará: Familia, Municipio y Sindicato. Aquí tenemos los tres factores de convivencia de la humanidad. Todos nacemos en el seno de una Familia, nos desarrollamos en nuestro Municipio y nos agrupamos con nuestros compañeros de trabajo mediante el Sindicato.  

Mi libro: Historia de un soñador, no es solo un relato cronológico, sino un viaje a través de las facetas que definen a Pedro Conde. A lo largo de sus capítulos intento recorrer un camino que va desde sus raíces personales en el capítulo «Familia», donde descubrimos su resiliencia forjada en la adversidad, hasta su lucha colectiva en «Sindicato», que revela su valentía y compromiso con los demás. Luego, «El Político» nos muestra su incursión ideológica y su idealismo en tiempos turbulentos, seguido por «Municipio», donde su arraigo y generosidad dejaron huella en Castronuño. Finalmente, «El Escritor» recoge su legado intelectual, su visión profética y su coherencia inquebrantable. Cada sección ilumina un aspecto de su perfil, construyendo el retrato de un hombre que, ante todo, nunca dejó de soñar con un mundo mejor.

Sin querer destriparos el libro voy a intentar hacer un breve resumen, sin extendérteme mucho ya que tenemos la suerte de contar hoy aquí con los verdaderos protagonistas de la historia y prefiero que hablen ellos en primera persona 

Capítulo I: Familia

Este capítulo explora las raíces de Pedro Conde y cómo su entorno familiar moldeó su carácter. Nacido en 1940 en Castronuño, hijo de un secretario municipal y sexto de seis hermanos, su infancia estuvo marcada por la pérdida temprana de su padre a los siete años, un golpe que lo dejó sin referente paterno y obligó a su madre a liderar la familia. Este evento forjó su independencia y resiliencia. El texto describe recuerdos vividos de su niñez: los desfiles falangistas de 1946, los juegos rurales en las orillas del Duero y su pasión por el fútbol, que lo acompañaría toda la vida. A los 11 años, su rebeldía emergió cuando rechazó el destino religioso que su madre le imponía, declarando su deseo de ser falangista, una anécdota que revela su carácter decidido y su temprana inclinación ideológica. Tras la muerte de su madre a los 16 años, quedó huérfano por completo, lo que lo empujó a valerse por sí mismo desde joven. Este capítulo no solo narra hechos, sino que muestra cómo la familia definió su tenacidad y su visión del mundo.

Capítulo II: Sindicato

Aquí se retrata a Pedro Conde como sindicalista, un luchador apasionado por la justicia social. Su ingreso en Fasa-Renault en 1966 como auxiliar administrativo marcó un punto de inflexión: desde su puesto, ayudó a incorporar a muchos vecinos de Castronuño, mostrando su generosidad y compromiso comunitario. Sin embargo, su verdadero perfil emerge en los años 70, durante el «otoño caliente» de 1974 en Valladolid. Bajaba de su oficina, vestido de traje y corbata, a las asambleas obreras entre monos azules, un contraste que él mismo notaba pero que no lo detuvo. Su liderazgo moral en las huelgas lo llevó a ser detenido en su casa, acusado de «comunista nato» —un cargo absurdo para un falangista—, y a pasar un mes en prisión. Esto le costó su empleo y la estabilidad económica, pero nunca renunció a sus ideales. El capítulo destaca su valentía, su disposición a sacrificar su bienestar personal por los derechos colectivos y su capacidad para inspirar a otros, incluso en la adversidad.

Capítulo III: El Político

Este capítulo aborda el paréntesis político de Pedro entre 1974 y 1979, cuando asumió el liderazgo de FE JONS (Auténtica). Aunque el discurso señala que no se extiende en detalles (ya cubiertos en *Falange Sí, Franco No*), sí ofrece un vistazo a cómo esta etapa definió su forma de ser. Tras salir de prisión en libertad condicional, Pedro canalizó su idealismo en la política, buscando una Falange pura, alejada del franquismo. Su rol como Jefe Nacional lo llevó a presidir congresos, mítines y actos, como el del Teatro Calderón en 1974, donde su discurso fue leído por otro camarada. Este periodo revela su visión de una España plural con un destino común, su rechazo al centralismo y al separatismo, y su fe en una democracia natural basada en entidades como el sindicato y el municipio. El capítulo subraya su integridad y su capacidad para liderar en tiempos turbulentos, aunque también su desengaño posterior por el fracaso de conseguir poner al día la doctrina de José Antonio Primo de Rivera. 

Capítulo IV: Municipio

Centrado en el vínculo de Pedro con Castronuño, este capítulo explora su amor por su pueblo y su impacto en él. Nacido en «la Gran Florida del Duero», Pedro creció entre sus meandros y siempre llevó a Castronuño en el corazón. Desde Fasa-Renault, facilitó empleo a muchos vecinos, un legado reconocido por figuras como Luis Pelaz y el alcalde José Ignacio Vázquez, – quienes colaboraron en el libro y a los que quiero agradecer en este momento sus escritos y ayuda-. El capítulo detalla cómo su idealismo no solo se expresó en grandes luchas, sino en actos concretos de solidaridad local. También refleja su conexión emocional con la tierra que lo vio nacer, un lugar que, como él, resiste y persevera. Es un retrato de Pedro como hombre de pueblo, arraigado y generoso, cuya vida trasciende lo personal para beneficiar a su comunidad.

Capítulo V: El Escritor

Este apartado recopila la faceta literaria de Pedro, mostrando su pluma crítica y visionaria. A lo largo de su vida, publicó artículos en diversos medios, adelantándose a problemas actuales como el separatismo, la crisis de las autonomías o los riesgos de la economía de mercado. El capítulo incluye textos que desnudan su pensamiento: un falangismo humanista, opuesto al capitalismo y al comunismo, que aboga por la autogestión y una sociedad sin clases. Su estilo, ácido y profético, refleja su capacidad para analizar la realidad con profundidad y anticipar sus consecuencias. Este apartado no solo resalta su talento intelectual, sino su coherencia: sus escritos son un eco de las convicciones que guiaron sus acciones como sindicalista y político. Coherencia que ha marcado la vida de Pedro.

Me vais a permitir terminar con unas palabras extraídas del discurso que debería de haber dado Pedro Conde en 1974, aquí cerquita, en el Teatro Calderón y que las Autoridades no le dejaron, pero hoy cincuenta años después podemos comprobar que siguen de plena vigencia y hoy mas que nunca debemos aferrarnos a su mensaje:

“Esta será la Falange que le dará todo y no exigirá nada, que pondrá la economía al servicio del hombre y la cultura integral para su realización; será la Falange que hará a la España plural y variada, y sentir un destino común que devolverá al pueblo español un orgullo nacional y que aportará al concierto de los pueblos su sentido de lo universal.

La Falange cuyas esencias y calidades nacen de la idiosincrasia del pueblo español. No será una estructura burocrática, sino un modo de ser revolucionario e implantará una nueva sociedad y ciudadanía basada en la igualdad de los derechos y en la diferencia de las virtudes. Pero, esta Falange exige muchos sacrificios y total entrega; esta será la Falange del pueblo español por quien sufrirá, por quien luchará, por quien será presa, por quien morirá si es preciso.

Si estás dispuesto, acepta nuestras manos extendidas y únete en la alegría de construir una España para la que Manuel Hedilla decía:

¡Que no haya más que una nobleza, la del trabajo!¡Que no haya más que una clase, la de los españoles!

Ahora compañeros y amigos, os invito a alzad conmigo vuestras copas: 

Por ti Pedro que nos has dado tanto.

Por todos los soñadores. 

Por la Revolución Nacional Sindicalista. 

Por España. 

Cristina Pérez González

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